martes, 4 de noviembre de 2008

Cuento Inédito


Yo soy John Lennon
Por Valeria Astudillo


Como era de costumbre, Lorenzo del monte, se dirigía a paso lento y agotado al paradero del autobús, a la espera de este. Con su dedo índice hace parar el gigantesco carro, se sube y descubre a la muchedumbre molestosa y desagradable que desde su niñez había sido su hostigosa compañera de viaje. Allí se encontraban todos, juntos, amontonados, apegados, unos con otros. Los olores se mezclaban en sucesiones agitadas, olía a axila, a vómito de guagua, a cabello limpio, a shampoo, a sebo, a rodilla, a colonia barata, a axe, a excremento etc. Y a medida que el bus avanzaba, los olores se hacían cada vez más fuertes y propensos. Lorenzo, entonces, estiraba la cabeza, respiraba profundo y trataba de resistir, de mantenerse en pie.

Se dirigía, como todos los días a los suburbios de la ciudad, allá en lo más lejano, se encontraba su agradable aposento, al cual llegaría con la máxima satisfacción, con el máximo placer, del solo hecho de pensarlo se proyectaba en su mente la sensación como de múltiples orgasmos, como si se tratara de la gloria suprema. Entonces, cerró los ojos y se sumergió en su inigualable fantasía. En eso se encontraba nuestro personaje primordial, cuando derrepente en el autobús se bajan unos cuantos pasajeros, para ese entonces Lorenzo ya había abierto los ojos, y como ya nada mejor podía suceder, y como por arte de magia, el universo conspiró en ese momento para con Lorenzo y ocurrió lo inesperado: allí frente a sus ojos se encontraba un asiento totalmente desocupado. Lorenzo miró para todos lados, y en vista de que nadie tenía el menor interés por aquella butaca, Lorenzo raudo como el viento, corrió tras ella, se sentó y volvió a experimentar la sensación que tanto bien le traía; en eso saca de su bolsillo un sorprendente e inesperado aparato, se trataba de una de sus máxima reliquias, la cual adoraba y apreciaba como un objeto sagrado, se trataba de un mp3, el cual reproducía la música que él más veneraba en el mundo. Entonces lo prendió y procedió a ponerse los audífonos, cada uno en su respectiva oreja, y escuchó; se trataba de A Day in the life. Sumido en la voz de Lennon (y en la excéntrica melodía que sobresalía de los audífonos) de pronto un inesperado pensamiento se le vino a la mente: pensaba en “la reencarnación”. ¿Por qué Lorenzo habrá tenido esta inesperada idea?. Era exactamente la misma pregunta que se hacia él. Reflexionaba, entonces, en qué era la reencarnación, y fue en aquel momento que recordó que días antes había tenido una conversación con su madre, y en su cabeza los sucesos se ilustraban vivos, a la frecuencia que él escuchaba el alucinador tema de los Beatles, entonces volvió a oír la voz de su madre hablándole: -¡Hay! Lorenzo, estoy tan cansada hijo, francamente los viajes en autobús van a terminar por dejarme postrada en la cama.- , a lo que Lorenzo le respondió: -Pero madre, deja de lado el asunto del estrés un momento y explícame como te fue con los pelao`s. -

Madre: -Je, tienes razón hijo. Hoy estuvo muy buena la clase, fíjate que hablamos sobre la reencarnación ¿Sabias tú que es una creencia según la cual el alma, después de la muerte, se separa del cuerpo y toma otro cuerpo para continuar otra vida mortal?... Según esta creencia, las almas pasan por ciclos de muertes y nuevas encarnaciones. Un ser humano, por ejemplo, podría volver a vivir en la tierra naciendo como un nuevo personaje. Una creencia reencarnacionista llamada “metempsicosis”, enseña que los grandes pecadores pueden reencarnar en un animal o una planta. -

Lorenzo recordaba las palabras de su sabia madre, como si se trataran de un mensaje divino, como si el mismo dios le enviase esa señal con algún propósito, con alguna finalidad, para lo cual, él todavía no podía descifrar.

Puso más volumen a la canción, los sonidos se multiplicaban en su oído como si se tratara de una plaga de baratas saliendo de las entrañas del intermedio que hay entre una gran roca y la tierra; escuchaba la música, la voz de Lennon, de Paul, los Bongos, el Acorde de Piano, la Batería, Maracas, el Acorde de Armonio, Cuentas de Compases, despertador, la orquesta, el trombón, el violín, etc., y entonces se proyectaba hacia el pasado, se trasladaba con su mente hacia lugares remotos, lugares en los cuales él nunca había estado. Visualizaba entonces a Lennon con, Yoko, a Paul; a sus ídolos que ahora cantaban para él. Y se preguntaba entonces ¿Qué relación había entre la reencarnación y los Beatles? ¿Qué había entre esta creencia y su muso inspirador Lennon? ¿Por qué sentía punzadas tan tremendas en el pecho? ¿De qué se trataban esas emociones incontenibles que estaba experimentando en esos momentos?.

Sentía el estómago lleno de mariposas o de peces, de serpientes vivas que se desplazaban por entre sus entrañas, que subían y bajaban, llegaban hasta lo más alto de su garganta, para luego caer hasta un poco más debajo de su pelvis. Sintió derrepente que él era Lennon, imaginó que era Lennon ¡¡¡Eso era!!! ¡¡Él creía en la reencarnación!! Creía ciegamente en que Lennon después de muerto se había convertido en una mariposa, habría muerto nuevamente, para luego convertirse en Lorenzo!!!

Que agradable se le hacía tal pensamiento, se llenaba de dicha y felicidad al imaginar que tal suceso podría ser cierto. Nadie tenía la verdad absoluta en ese momento, y hasta el día de hoy nadie puede saber qué pasa luego de que una persona muere. Entonces era lindo creer que Lennon después de muerto podría haberse convertido en él. O era lindo pensar al menos, que si probablemente eso podía ser una mentira, entonces Lennon era una mariposa, y cada vez que se posaba una en alguna hoja de por allí, entonces él podría mirarla, intentar agarrarla como si se tratase del mismo músico que ahora se presentaba ante él.

De un brusco golpe se sorprendió nuevamente en la micro, lo que antes había sido un vuelo por el cielo, ahora era nada más que la realidad misma, (ni infierno, ni paraíso) simplemente el autobús de cada día, el chofer, los pasajeros, y los olores característicos que él conocía muy bien, casi a la perfección. Recordó que tenía un audífono en cada oreja. No se escuchaba nada. Intentó prender el aparato, más se dio cuenta que este ya no quería ceder con su pedido: la pila, la trabajosa y empeñosa batería se había agotado. Lorenzo, ya más calmado guardó nuevamente el mp3 en su respectivo bolsillo y se dio cuenta que la micro estaba por llegar hacia su destino, entonces se para, camina por el pasillo, mira a su alrededor y contempla que hay uno que otro pasajero, los mira con cierta altanería, toca el timbre y entonces se baja de la micro.

Era exquisito pensar que su caminar por la ciudad, ya no era el de un ser humano cualquiera, no era un Lorenzo cualquiera, ni un Joaquín, ni un Horacio cualquiera. Si no que se trataba del mismo Lennon en persona, solo que esta vez reencarnado en otro cuerpo, en otra vida, en otra sonrisa, en otra juventud, con otra madre, con otro hogar, con otro mundo.