En el horizonte un pato gris me saluda Un hombrecito mirando hacia el oeste con su sombra detrás
La luz le llega de frente
En la cara
Distingue, distingue
La muchacha con vendas de colores exclama al pasar
Sus flores son relucientes y de múltiples colores
Una mano negra
Un brazo color amarillo degradado
Vendas de felpa cubren sus senos celestiales
Y una pierna de cartucho le carcome la cintura
¡Basta de poesía!
Exclama la nena de uña rojas y cara cubierta
No quiere mirar, se le escucha que habla, que murmura
Pero no quiere mirar.
Está harta de la carta, está harta de esos dedos que calculan las metáforas
De esos ojos sobresalientes que profundizan en el océano de la humedad
Su vestido costó veinticinco mil pesos,
Y el pañuelo rojo que cubre parte del torso
Simplemente lo compró en la boutique de la ciega Romana
La silla con patas de cristal
Con piernas de cristal y zapatitos de tacos
Se abraza a si misma con brazos de flamenco,
Respira, suspira.
Inhala, exhala
Y se mueve como una serpiente geométrica
Respaldo de papel
De oro, de cobre
De metal puro
Denso y duro como la agonía en el desierto
En el horizonte infinito de la protagonista con cabeza de rosas
De fondo, a un costado, un león nos saluda con cara de mediocridad gemida
Un monte de cerros palpitantes y ramas verdes se asoman por su cabeza
Unos dientes afilados, una boca cautivante
Y un aliento a cueva.
¡Allí es! Exclama la silla
Allí fue donde dejé los cuadernos de sueños somnolientos
Allí fue donde me miraste por primera vez y
Contemplé a Nicolás,
Allí fue mi perdición.
Entonces la joven de uñas rojas rompe la carta en mil pedazos,
Se cansa, ahora de la música, del sonido latente
Y se dirige sigilosamente en dirección
a la boca-cueva del león.
La piedra y su sombra las saludan en el acto
El caminante y su sombra piensa ella.
Se aburre de la poesía, pero no de la filosofía.
Navega por los treinta mares, suspira los siete sentidos
Y se sumerge en las profundidades del éxtasis color azul
¡Mira el cielo! Reclama Dalí,
¡Miren el cielo bastardos! ¡Escúchenlo!
Allí estaba, todo azul, primero casi negro, luego azul plomo
Casi dorado, bajemos un poco más, ¡subamos!
Degradación de golondrinas
Hambre materna
Leche desértica
Un celeste intenso con retoques de blanco
Me conformo con apreciar el blanco
Y adoro también esas sombras que nos regaló Peter pan
Y que ahora se proyectan tan intensamente en este desierto azulado
Desierto azulado
Desierto azulado
Desierto azulado
Desierto de filas infinitas, de rayas infinitas
De líneas paralelas
De líneas que se confunden con mi canto
De líneas rojas
De líneas coloreadas
Perspectiva ¿a quién querías agradar?
¿No te das cuenta que la mujer con cabeza de rosas está bailando?
¡No está bailando! ¡Está declamando!
¡Pero mejor aun! ¡Cómo no se dan cuenta trogloditas!
Grita el hombre desde lo lejos del horizonte
¡¡Tiene unas manos sobrecogedoras en el vientre!!
¡¡Fíjate en la cintura!!!
¡¡Contempla la cintura!!
Y ahí estaban, las manos de la virgen,
De la virgen santa que dio su vientre por esas telas rojas
Por ese sol ennegrecido
Y por esa lengua que rodea a la modelo de en frente
Los tacones de la mesa piden a gritos saludos de la silla
Estas se dialogan, pero muy a la distancia,
Nadie lo nota
Sobre la mesa un huevo
Bajo el huevo una mano sosteniendo la mesa
Y la mano acaricia toda la tela en profundidad
Y es la única que entiende todo
Y que destruye con su altanería
La queremos, no quiere declamar la flaca
Y los costados con la firma comienzan a cerrarse,
Llegó la hora de irnos, más nosotras siempre queremos quedarnos aquí
En este desierto subterráneo
Más saben que el tiempo apremia y que si llegan tarde
a la cueva del león no podrán entrar.
Todos se saludan.
Todos se ignoran cordialmente.
Se abrazan, se sobrecogen, se cogen
Y vuelven a sus posiciones
Hablan, golpean, gritan, lloran, saltan,
Se ahogan en un mar de lágrimas
Están todos tristes porque mañana será otro día
Y porque no quieren llegar tarde a la cueva del león.
El cielo les habla, descubren que ya no queda nada más.
Entonces la mujer con cabeza de rosas se mueve de manera sexy
La frágil serpiente de uñas rojas se inclina sutilmente
De manera desgarrante y autodestructiva a
Leer su poesía amada
Y el hombre del horizonte, la cueva del león
La silla sabia y la mesa con su hijo huevo
Respiran quietos en el desierto azulado.